
Esta curiosa historia tiene como protagonista a Bobby, un perro cuya historia de fidelidad hacia su amo fallecido durante catorce años es mundialmente conocida. Pero hoy os vamos a explicar que esa historia es falsa y cuál es el origen de la invención. Durante muchos años se ha contado que en el cementerio de Edimburgo residió durante catorce años el perro de un policía llamado John Gray. Gray fue policía nocturno y durante los dos últimos años de su trabajo lo hizo acompañado de un perro de la raza skye terrier al que llamó Bobby.
El día que John Gray murió y fue enterrado en el cementerio de Greyfriars de Edimburgo se cuenta que Bobby se instaló en su tumba y permaneció fiel, esperando el retorno de su amo, durante catorce años. La leyenda cuenta que los visitantes del campo santo le llevaban comida y agua y que incluso se levantó una estatua en su honor.
Esa es la historia que se ha contado tradicionalmente, pero hoy os vamos a contar la verdadera y que es fruto de la investigación realizada en 2011 por el periodista Jan Bondeson. En el siglo XIX era muy común la figura del ‘perro de cementerio’: perros que vagaban en busca de la comida que los visitantes de los cementerios les daban y lo mismo sucedía alrededor de los hospitales. Bobby era uno de ellos: merodeaba por el hospital Heriot, pero el jardinero del hospital consideró que le molestaba y que era un estorbo y por ello lo trasladó al cementerio.
Allí, comenzó a hacerle compañía a James Brown, el conservador del cementerio, y se hicieron inseparables. A los dos años, Bobby murió y entonces la historia del perro fiel a su amo comenzó a ser comentada por la gente, y de esta manera se incrementaron las visitas al cementerio para ver por donde había vivido los últimos años el can. Un periódico de Edimburgo se hizo eco de la historia y entonces la leyenda se hizo mucho más viral. Se organizaron excursiones para visitar la tumba del policía y su fiel perro y por ello el cementerio de Edimburgo es casi de obligada visita para los turistas.